Preguntarás: ¿A qué? ¿Verdad que depende de a lo que tengamos que hacer frente, podemos sentirnos más seguros y atrevernos o por el contrario bloquearnos y paralizarnos? La gente tiene miedo a arriesgar, sin darse cuenta de que vivir es puro riesgo, es asumir cambios, es mejorar, es crecer, es sentirse vivo. Aunque antes de tirarnos a la piscina, nadie ha dicho que no podamos echar un vistazo sobre el nivel a que se encuentra el agua, ¿no te parece?
El riesgo es un concepto relativo, no es lo mismo arriesgarse a tomar una decisión que cambie nuestra vida o arriesgarnos a hacer una nueva receta probando nuevos ingredientes. Riesgo significa hacer algo distinto o de un modo distinto que implica cierto grado de incertidumbre, o sea, cambio. ¿Por qué nos cuesta cambiar? Porque tenemos cierta tendencia a aferrarnos a lo conocido, como ese maldita cita de que más vale malo conocido que bueno por conocer que ha marcado la vida de muchas personas que deciden conformarse que no luchar por lo que quieren.
Sabemos cómo es lo que conocemos, pero y ¿Qué pasa con lo desconocido? Pues que nos ponemos en lo peor, y asumimos que puede ser más negativo, pero ¿y si es mejor? Pues no nos arriesgamos por si acaso. El riesgo en emprender tiene mucho que ver con la fe y la confianza que tengamos en nosotras mismas, en nuestra capacidad para solucionar cualquier obstáculo al que nos enfrentemos y en dar lo mejor de nosotras. Tiene que ver con el concepto que tengamos de seguridad, no querer cambiar de empleo, temor a que las cosas salgan mal. . .pero todo depende del grado de satisfacción que tengas en ese momento, y lo que “arriesgues”.
Si estas en una situación negativa, donde no haces lo que quieres, ni te gusta, ni te compensa, es donde más podríamos arriesgar, ¿no? Porque tenemos menos que perder. . . No siempre es así, como más límite sea la situación, más inseguros nos sentimos, porque nuestra autoestima y nuestra confianza disminuyen notablemente. El concepto de seguridad es algo que todos necesitamos sentir. Un poco de riesgo siempre te llena el estómago de mariposas, pero hay quien se siente segura con esa sensación y hay quien tiene que tenerlo todo controlado para poder tomar acción o para no tomar ninguna.
La seguridad es un concepto vago, que depende de lo que sienta cada una. Hay que se sienten seguras con un sueldo a final de mes, y hay quien se siente segura cuando confía en sus capacidades y habilidades para “generar” ese sueldo que desea y que no depende de nadie más que de una misma. ¿O acaso está segura toda la gente que está en la cola del paro porque su empresa ha quebrado o han decidido reducir personal? Esa es la seguridad que nos contamos para justificar el no hacer, el no luchar por vivir mejor y el no superar obstáculos, como si entonces la vida fuera un camino de rosas. . . ¡que espejismo!
A veces me dicen: es que entonces hay que trabajar mucho, demasiado esfuerzo. . . ¿no me dirás que pretendes correr la maratón de Boston sin ni siquiera salir a correr ni entrenarte para ello? Entonces sigue sentada en el sofá, juega a la lotería y simplemente sigue soñando. . .
Cuando te digo que vivir en sí ya es un riesgo, es verdad, tomamos decisiones constantemente, y aunque no lo hagamos, ya lo son en sí mismas, aunque parece que hay temas que nos hacen ser más prudentes (dirían algunas) o realmente nos paralizan y nos impiden vivir de otro modo (en muchas ocasiones). Hemos nacido con la majestuosidad de ser águilas y aprendemos a quedarnos en el gallinero junto con el resto de los pollos, como dice Gregory Cajina en su libro: Rompe con tu zona de confort. Nos pesa demasiado y nos requiere demasiado esfuerzo superar lo que nos hace estar tan cómodos en nuestra zona de confort, haciendo lo de siempre y quejándonos sin buscar un ¿Cómo podría. . .?
Es cierto, hay que ser prudentes, no podemos obviar nuestras responsabilidades (que nosotras mismas hemos adquirido) y cuesta romper la cuerda que nos ata a esa “supuesta” seguridad. Pero hay alternativas, el primer paso es tener la inquietud de cambiar algo, tu manera de ver, tu manera de pensar, tu manera de sentir y por tanto tu manera de hacer. Es en ese instante que vas a tener que tomar una decisión, el principio de un largo camino que te lleva donde tú quieres ir y es entonces, como te he dicho, que empezarás a pensar en Cómo. . .y no en Pero. . .
A mí me ayuda hacerme preguntas, cuestionarme en cada momento las opciones que tengo para aumentar mi seguridad en mi decisión, aquí te las dejo:
¿Que supondría para ti alcanzar tus objetivos?
Siempre me planteo, en cada ocasión cómo me sentiría, que sería lo mejor de alcanzarlos y qué significaría para mí. Eso me da una perspectiva, me hace ponerme en la piel de la persona que sería entonces para valorar si me compensa o no e identificar si hay algo que no me hace sentir bien.
Saber qué haría, qué sería lo mejor de esa situación y porque es tan importante para mi me hace conectar con mi propósito, con lo que verdaderamente valoro y con si vale la pena lo que arriesgo. La mayoría de las veces, lo que arriesgo es mi propio temor y mi trabajo es superarlo para seguir adelante.
¿Qué tengo que superar para alcanzarlos?
Después de haber subido al cielo y recrearme en cómo sería mi vida cuando consiga lo que tengo, me pongo a evaluar lo que tendré que superar (siempre hay algo que superar). Identificar lo que te impide avanzar es básico, sino estaremos dando vueltas y vueltas, cambiando focos, estrategias, métodos, y teniendo el enemigo en casa. Porque el resultado va a ser el mismo (y no es el esperado) hasta que no consigamos saber qué está ocurriendo y poniendo las herramientas necesarias para solucionarlo. ¿Qué es el que te frena a conseguir lo que quieres? Especifica exactamente, buceando en tus sentimientos, cómo te sientes cuando quieres ir hacia allí y algo te impide dar el paso. Ese “algo” es la clave.
Probablemente, y aunque te cueste definirlo, tendrá relación con bloqueos o falta de claridad, en no tener un plan o estrategia para conseguirlo, en no haber desarrollado las habilidades necesarias para hacerlo, en no tener suficiente apoyo y encontrarte como una extraterrestre, sola ante el peligro, o en no querer hurgar en razones que quizás herirían tu ego, tus creencias y el que hasta ahora ha sido tu mundo. Hay que superar eso, sino, nunca vamos a avanzar.
¿Qué me va a suponer?
Llegados a este punto, no podemos hacer como si nada. Sabemos dónde queremos ir y que nos lo está impidiendo, la pregunta es: ¿vas a hacer oídos sordos a todo eso? ¿Vas a ser capaz de sentirte simplemente culpable por no buscar opciones y seguir quejándote? ¿O vas a hacer algo al respecto, ni que sea por respeto a ti?
Aquí tienes que poner en una balanza, como te está afectando no hacer nada al respecto o hacer poco para cumplir el expediente y seguir como estás, o por el contrario vale la pena hacer un esfuerzo y luchar por lo que quieres.
Pregúntate que estas pagando por seguir así, que coste está teniendo esta situación. Siempre pagamos un precio, por lo que vamos a hacer y por no hacer nada, valora qué te pesa más, así de “simple”. ¿Cómo te sientes con ese precio que estás pagando?
¿Qué posibilidades tengo de superar eso?
Ahora piensa, ¿cómo te sentirías si pudieras superar esos problemas u obstáculos y avanzar sin problemas hacia lo que quieres? Seguro que genial, pero intenta detallar al máxima qué harías, qué significaría para ti, y de esta forma valorar si de verdad vale la pena el riesgo que vas a correr.
La gente cree que se nace con esa habilidad de correr riesgos, que se es o no se es, pero yo te digo, que como todo, se puede desarrollar, es cuestión de practicar, después practicar y finalmente practicar. Evalúa los riesgos, siente las mariposas, pero no dejes que tus temores te impidan conseguir lo que quieres porque un día creíste que no era posible o simplemente renunciaste por querer “malvivir” cómodamente. Luchas por lo que deseas, y vive intensamente.
Me encantaría que me contaras qué opinas sobre el riesgo, en qué fase estás, o si ya has identificado lo que te frena, compartiendo, contribuimos a ayudar a otras personas a mejorar.
Un abrazo,
Hola Cristina, has puesto el dedo en la llaga, temo perder mi sueldo seguro semanal, porque pienso en mis hijas que son las que dependen de mi. Temo que si no logro lo que me propongo, me las lleva e ellas en mi desastre, sobretodo porque la mayor esta estudiando la universidad y no me gustaria echarle a perder su futuro, osea, dejar de pagarle sus estudios. Aunque se que ya es tiempo de iniciar algo propio y que de hecho creo que se me esta pasando el tiempo, quiero emprender ahora que todavia estoy en condiciones fisicas y mentales de hacerlo y no me atrevo a soltarme de mi trabajo. Es una decision dificil que tendré que tomar, espero no tardarme mucho. 🙂
A mí me pasa como a Beatriz: la seguridad del sueldo a final de mes y el sustento de mis hijas. En estos tiempos de tanta incertidumbre económica, tener un puesto en la administración pública es algo seguro. Me gusta mi trabajo, en eso sí que tengo suerte, pero creo que tengo que ir cambiando paulatinamente el chip. A ver si salgo adelante.
Gracias por el post.
Hola Beatriz y Desirée,
Muchas gracias por compartir vuestra opinión. Es completamente normal, y si además lo que haces te gusta y te sientes bien, todavía es más difícil. El paso de una cosa a otra no tiene porque ser radical, puede hacerse una transición donde se van dando los pasos necesarios pero con constancia. Si tu quieres más o no estas satisfecha, tienes que valorar cómo te hace sentir. En mi caso, también he valorado siempre la coherencia con lo que les cuento a mis hijas. Precisamente por ellas, que han sido mi referente, por darles ejemplo y por ayudarles a generar otras opciones, hago lo que hago. Eso no quiere decir que la decisión sea fácil, ni el camino tampoco, pero si es posible. Hay que tomar decisiones y ahuyentar fantasmas poco a poco. Un abrazo para las dos.
Cristina